¿Qué puede la poesía de mujeres en Chile tras 50 años del golpe a la democracia? Una conversación
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Resumen
"Porque la herida la hereda el hijo, es su filiación con el quiebre del proyecto, es la solidaridad de los despojos, es la débil luz recordando a los desaparecidos, es ese secreto en el origen que indica un destino, esa carroña donada y esa esperanza de que de la flaqueza surjan patíbulos, surjan tapices, surjan ciudades. Y esta trama de boca en boca transformada, como transforma la poesía al mundo de la poesía, como proyecta el verso una visión rebelada contra el ojo, como muta la referencia desde el olfato, como moviliza los encuentros la ceguera y no olvida nada, ya que todo eso está en la trama" (Del Río, “Explicación de esta ceguera” s/p).
Comienzo con este fragmento de Alejandra del Río porque creo que pensar lo dado, pensar lo impuesto, tocar la violencia, la muerte, lo desaparecido, lo inacabado, es tener una “visión rebelada contra el ojo”; es abrir la mirada, escuchar “la trama de boca en boca”, las huellas en los siglos para volver a ver lo que puede y debe ser visto y recordado. Es pararse contra la ceguera del olvido y señalar la resistencia de los dolores, recorrer el rastro de lo que resiste a través de una cualidad táctil que actúa contra la pereza de los acuerdos, de los mandatos. Aquí, pienso, se teje la potencia (incómoda) de la interpelación de la poesía. Donde fecundan las espigas de Nadia Prado, en “el verde de las lápidas” (Jaramagos 14), ahí donde los tallos crecen entre tanta muerte para dar vida a la memoria no solo del horror de la matanza, de la tortura, de la desaparición, del exilio (y que esto ya es demasiado decir), también de la carroña de un libre mercado que hasta hoy introduce su veneno en la misma medida que enriquece a diez o doce, empobrece a miles. El golpe de estado cívico-militar que derroca al gobierno democrático de Salvador Allende y que instala su dictadura que con espanto duró diecisiete años, no fue hace cincuenta años, es hace 50 años. Es una estocada que sigue dando “en el blanco de la historia. Traspasando la superficie de los objetos, traspasando los cuerpos, las caras frente a las caras” (Prado, Carnal 43).
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