México está atravesando un proceso de autocratización. En 2021 ocurrieron tres eventos que lo ejemplifican. Primero, hubo elecciones parlamentarias y locales intermedias. El electorado no envió una señal clara de castigo al gobierno autocratizante, aunque sí hubo un freno al poder que ya detentaba. Segundo, el presidente utilizó instrumentos de la democracia directa, pero con una lógica de manipulación política y movilización electoral. La subordinación del poder judicial en este proceso comprobó que los mecanismos horizontales de contrapesos al poder ejecutivo no estaban funcionando de manera adecuada. Por último, el presidente mostró una creciente aversión a la pluralidad que se manifestó en un hostigamiento a la comunidad académica de México. Se ha propuesto que la debilidad del Estado puede impedir la consolidación autoritaria en contextos como el mexicano; sin embargo, estos desarrollos demuestran que la autocratización puede profundizarse aún en esas condiciones. Se puede afirmar que la democracia en México ha mostrado cierta resiliencia, pero es posible que la popularidad del presidente, la manipulación de procedimientos electorales y el abuso de poder terminen por revertir el cambio democrático de los últimos veinte años.