El resultado de las elecciones parlamentarias de 2009 abrió un panorama complejo y difícil para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Al obtener un tercio de los votos emitidos, perdió el control de la Cámara de Diputados por decisión de los electores y, más tarde, el del Senado por divisiones en su propia coalición. La crispación social generada por el gobierno contribuyó a aglutinar a la oposición, previamente fragmentada, en dos alianzas electorales cuyo arraigo territorial complementario les permitió vencer al oficialismo en los principales distritos. La economía se resintió por la crisis global y por los desmanejos locales; aunque el colapso se evitó, la fragilidad fiscal persiste por la dificultad del gobierno para obtener financiamiento. Con minoría en el Congreso, una sociedad polarizada y la economía en la cuerda floja, la presidenta enfrenta sus últimos dos años sin vocación para la negociación política y sin perspectivas creíbles de reelección.