En este artículo se analiza el caso de una autocracia electoral, el de Venezuela, que se mueve entre la búsqueda de legitimidad formal a través de la reelección de su líder y una mayor autocratización ante el riesgo de salir del poder como consecuencia de la pérdida de competitividad electoral. Ante esa situación, cuando los que ejercen el gobierno pierden gran parte de su popularidad, el tema de la disponibilidad de recursos económicos se vuelve más importante, para mantener la maquinaria electoral y alimentar las redes clientelares. Si lo anterior falla, como se ha evidenciado en Venezuela durante el año 2023, el gobierno para sobrevivir pasa a depender mucho más de lo represivo y de su progresiva autocratización. Ello abre una dinámica poco alentadora para el mantenimiento del chavismo en el poder a medio plazo, en particular si hay de por medio unas elecciones críticas, como las presidenciales que celebrará Venezuela en 2024, aunque a corto plazo el desenlace dependerá en gran parte de cómo jueguen sus cartas el chavismo y la oposición.