Este artículo es una revisión del devenir político peruano durante el 2013. El Perú es una democracia sin partidos sostenida en un Estado débil, lo que si bien limita la capacidad de los políticos para establecer vínculos estables con la ciudadanía, no ha afectado seriamente la estabilidad del régimen político. Por un lado, una élite política desprestigiada, precaria y fragmentada coexiste con una influyente tecnocraciaeconómica, fortalecida por los buenos resultados económicos del país en los últimos años. Por otro, esta brecha entre Estado y sociedad hace que la sorprendente (y precaria) estabilidad peruana coexista con signos de descontento entre sectores urbanos que rechazan el sistema político y se ven asediados por la inseguridad ciudadana, mientras que en zonas rurales se registren fragmentados episodios de movilización que dan cuenta de la contracara del crecimiento económico, sostenido en la extracción y exportación de materias primas.