Los autores sostienen, desde su perspectiva, que los modelos de reforma aún parecen insuficientes para responder a los desafíos de la sociedad contemporánea; que la educación requiere de un cambio profundo, a nivel paradigmático, más allá de los ajustes organizacionales, económicos y curriculares que ya vienen ocurriendo. El hombre, sujeto/objeto del quehacer educativo, debe constituirse en el centro de la preocupación refundadora de la educación. Esto significa incorporar nuevas corrientes de pensamiento, que conciben al hombre de manera más integral no sólo como sujeto racional, sino también, como un ser con corporalidad, con emociones y que habita en el lenguaje.