Hace más de un siglo, Karl Marx profetizó el estado en que se sumergirían las sociedades modernas. Anunció que las civilizaciones abiertas a las fuerzas del mercado representarían una metamorfosis permanente en donde las relaciones nuevas se hacen añejas antes de osificarse, en donde todo lo que parece sólido se evapora en el aire y en donde lo tenido por sagrado se convierte en profano. La imagen que representa este estado es el surgimiento de potentes medios de producción y cambios, que se asemejan al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con sus conjuros.